miércoles, 16 de mayo de 2012

Después de la pena..


El momento luego de que algo muere, en el que entramos al estado de luto, hasta el que algo nuevo nace, es un momento hermoso, maravilloso, que la gente no sabe apreciar. No me quiero dar a malinterpretaciones, no me refiero a estar de luto por una persona, cuando digo algo, me refiero a un sentimiento; un objeto tal vez; un trabajo; un pensamiento. Nadie quiere que algo se muera, pero al final, todas las cosas lo hacen. Porque nada es para siempre, todo en el mundo está un constante cambio.

                Ese momento de luto, tiene una hermosura particular, y no es el momento como tal el que lo hace especial, Es el éxtasis antes de que se acabe. Así como el segundo antes de un orgasmo, después de haber estado diez, quince o veinte minutos buscando ese placer en particular; ese momento en el que colocas la rodilla en la tierra, para impulsarte del piso porque ya estás listo para levantarte por completo; ese último bocado de comida, que has guardado con tanto aprecio durante todo almuerzo o la cena, para así mantener su sabor durante segundos, minutos, horas y días en tu boca, en tu recuerdo y tu imaginación; aquel  último paso al final de una carrera; aquella bocanada de aire que tomas al nadar antes de llegar a la meta. Todos estos momentos tienen algo en particular, es ese segundo en que nos damos cuenta de que todo está por cambiar, hemos luchado tanto por llegar al final, y no falta más que un par de segundos o milisegundos tal vez.

                Al final de las relaciones, sucede lo mismo. Así como un embarazo es un proceso a veces un poco engorroso, pero las mujeres lo soportan,  junto a ella, una manada de gente, a veces compuesta por uno solo, o por toda una familia; porque todos saben que al pasar los nueve meses, algo hermoso se aproxima. Al final de cada período de tristeza, y pérdida por haber acabado una relación, llega el momento en el que renacemos; es cuando terminamos de llorar, extrañar, y añorar aquella relación que se ha terminado, después de tantos días, meses, semanas o hasta años que tuvimos para poder superar eso; para poder terminar de impulsarnos con la pierna, dar ese paso final en la meta, comernos aquel bocado de comida, tomar esa bocanada de aire para nadar a la meta. Hemos perdimos algo, pero es en ese momento específicamente que nos damos cuenta, de que nada se puede hacer al respecto y es cuando aceptamos del todo ese hecho y nos sentimos felices al respecto, pues si  ya hay algo perdido que no puede ser encontrado, para que seguir perdiendo el tiempo en buscarlo? ¡Se ha acabado!,  ¡Es hora de renacer, y buscar una nueva aventura! Es el momento de saltar, gritar, correr, brincar y darnos cuenta de que estamos vivos, escuchar en silencio hasta poder oír nuestro corazón latir para darnos cuenta de que sigue ahí; vernos en un espejo y saber que somos una persona diferente, porque cada experiencia nos convierte en alguien mejor; detenerse en medio del camino al trabajo, a la universidad, sólo para escuchar el cantar de los pajaritos, diciéndonos que este nuevo día, ellos también se dieron cuenta que están vivos.

                Hemos pasado tantos momentos, esperando ese segundo, que finalmente ha llegado y no es hasta que llega que podemos apreciar el esfuerzo invertido en todo ese tiempo;  toda esa energía gastada, en cargar un bebé dentro de un vientre;  todas esas brazadas y bocanadas para llegar a la meta; todos esos bocados de comida, para finalmente saborear aquél último como si fuera la mejor comida que llegaremos a probar; toda esa energía, para terminar en aquél orgasmo fatal, que nos hace sentirnos dioses del mundo, hijos de Zeus y alguna diosa pagana cualquier, hijos de la vida, toda esa energía para saber de nuevo, que estamos vivos.

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